martes, mayo 27, 2025
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Cuerva, la Familia Laso de la Vega, Garcilaso y el Castillo de Peñaflor

En la quinta visita que realizamos, en el marco del programa de la Diputación de Toledo, «12 meses, 12 castillos, 12 experiencias únicas», hemos recalado en Cuerva, situada en el corazón de los montes de Toledo, la localidad se erige como un testimonio vivo de la historia. Conocida tradicionalmente como «la villa de los de la Vega», esta denominación vincula intrínsecamente a Cuerva con la influyente familia Laso de la Vega y, por extensión, con la figura cumbre del Siglo de Oro español, el poeta Garcilaso de la Vega.

Llegados a la localidad, nos esperaba, en la puerta de la monumental Iglesia de Santiago Apóstol, Crispín, un divertido e histriónico fantasma de varios siglos de edad, que nos guiaría en un fantástico recorrido por los lugares más emblemáticos de Cuerva, comenzando por la propia Iglesia.

Iglesia de Santiago Apostol - Cuerva

La Iglesia de Santiago Apóstol, una Joya del patrimonio eclesiástico toledano

Como nos cuenta Crispín durante la visita, la Iglesia de Santiago Apóstol, —habitada habitualmente por viarias familias de cigüeñas—, se define por la confluencia de dos corrientes arquitectónicas principales. Predomina el gótico tardío, propio de los siglos XV y XVI en la Península Ibérica, que se manifiesta en la estructura general y en numerosos detalles. A esta base se superpone una notable influencia herreriana, especialmente visible en la imponente torre, que refleja las tendencias arquitectónicas de finales del siglo XVI y principios del XVII, asociadas al Monasterio de El Escorial.

Se estima que el cuerpo principal del templo fue concluido en la primera mitad del siglo XVI. Un hito fundamental en sus orígenes fue el mecenazgo ejercido a finales del siglo XV por Garcilaso de la Vega y su esposa, Doña Sancha de Guzmán, quienes impulsaron la edificación de la capilla mayor, el espacio más preeminente del templo.

La Capilla de Reliquias, testimonio de devoción y mecenazgo

Tras una pequeña introducción histórica, nos acompañaba a la Capilla de las Reliquias, que constituye uno de los espacios más singulares y ricos en historia dentro de la Iglesia de Santiago Apóstol. Su fundación se debe a Don Rodrigo Niño Laso de la Vega, quien dispuso en una carta fundacional, fechada en Bruselas en 1615, que se construyera con sus propios bienes.

La capilla fue concebida con un doble propósito fundamental. Por un lado, servir como un lugar digno para albergar la colección de reliquias que Rodrigo Niño había reunido, mostrando un especial interés en salvaguardarlas de la destrucción iconoclasta que asolaba Flandes en aquella época. Por otro lado, estaba destinada a funcionar como panteón para sus fundadores y su linaje; Rodrigo Niño y su hermano Pedro ordenaron conjuntamente su construcción con esta finalidad. De hecho, en ella recibieron sepultura Garcilaso de la Vega, su mujer Sancha de Guzmán, y el hijo primogénito de ambos, Pedro Lasso.

En su interior, destaca, especialmente, la pintura de «La Sagrada Cena» de Luis Tristán. Además, la capilla es notable por los monumentos funerarios que alberga o a los que da acceso. Destaca el imponente monumento de mármol negro del I Conde de Los Arcos, —Pedro Lasso de la Vega—, su esposa y sus hijos, que, como se indicó anteriormente, enmarca la propia entrada a la capilla. Otras inscripciones y tumbas relacionadas con la familia Lasso de la Vega también se encuentran en este ámbito.

La doble función de la Capilla de Reliquias, —custodiar reliquias sagradas y servir como panteón de una élite familiar—, encapsula perfectamente aspectos clave de la espiritualidad de la Contrarreforma, con su énfasis en las reliquias, los santos y los espacios sagrados suntuosos, así como la ambición aristocrática. El mecenazgo de Juan Bautista Monegro, arquitecto favorecido por influyentes figuras eclesiásticas, subraya aún más su importancia y su conexión con las corrientes culturales dominantes de la época.

Colegio de Gramáticos

El Colegio de Gramáticos, historia, y Legado de una Institución

Tras la interesante visita a la Iglesia, Crispín, en un interesante y divertido recorrido por las calles de Cuerva, hasta llegar a la Escuela de Gramáticos, un centro educativo en el que ingresaban pequeños de entre 10 y 13 años, y en el que se formaban para formar parte de la élite eclesiástica; los únicos requisitos, tal y como nos contaba Crispín, era que fuesen católicos y que supiesen leer y escribir.

La historia del Colegio es emblemática de un patrón más amplio de mecenazgo nobiliario en la educación durante la Edad Moderna en España. En este periodo, dichas instituciones no solo cumplían propósitos educativos, sino que también funcionaban como símbolos de linaje, piedad e influencia local. La fundación por parte de familias como los Lasso de la Vega y los Condes de Arcos se alinea con esta tendencia, donde el currículo específico de Gramática y Canto refleja las corrientes educativas humanísticas y religiosas de la época, a menudo sustentadas por la nobleza.

El Colegio de Gramáticos se caracteriza por su estilo arquitectónico renacentista. Esta clasificación apunta a principios de diseño prevalentes en los siglos XVI y principios del XVII, que enfatizan la simetría, la proporción y los elementos clásicos.

La inclusión del edificio en la Lista Roja del Patrimonio debido a su estado ruinoso y, simultáneamente, su designación como Bien de Interés Cultural (BIC) con la categoría de Monumento, demuestran la importancia histórica de este singular edificio.

Castillo de Cuerva 2025 – 031

En el colegio de Gramáticos aparecerían dos extrañas, pero divertidas gitanas que nos llevarían hasta un extraño druida con sus mágicas pócimas y hasta la entrada del Monasterio de Carmelitas Descalzas de Nuestra Señora de la Encarnación.

Allí, y entre versos del insigne Garcilaso de la Vega, estas curiosas «lectoras de manos», nos llevarían entre cánticos y versos del insigne poeta, y una de las figuras más importantes del «Siglo de Oro» español, desde el centro de la localidad hasta el magnífico Castillo de Peñaflor, en donde nos esperaba, una fantástica cata de vinos y productos de la tierra ofrecida por la «Casa Parrilla».

Castillo de Cuerva 2025 – 062

En el interior de la planta cuadrada del castillo, nos esperaba la Asociación Cultural de Esgrima Antigua de Toledo, —ACEAT—, encargada de una espectacular exhibición de la esgrima que se practicaba en las épocas recreadas en el evento, tanto en el caso de la espada de puño y broquel —siglo XIV—; o el de la espada larga —siglos XIV, XV, XVI—; o el de la espada ropera con y sin daga —siglo XVII y XVIII—, donde el sistema de esgrima que se organiza en España recibe el nombre de «Verdadera Destreza».

Castillo de Cuerva 2025 – 043

Acompañando la velada, el trío Elementos, eran las encargadas de poner la música, — también de la época, claro está—, Rosana; Silvia y Valle, con violín, flauta y chelo, eran las encargadas de crear el ambiente medieval en la fantástica tarde que vivimos en el castillo, junto a la familia Laso de la Vega, que también, hicieron acto de presencia y presidieron la magnífica cata.

Pero…hablemos del Castillo…

 

Castillo de Peñaflor, testimonio de historia y arquitectura en las tierras de Toledo

Castillo de Peñaflor

El Castillo de Peñaflor se erige como un monumento histórico y arquitectónico de notable significación en el municipio de Cuerva, enclavado en la provincia de Toledo, dentro de la comunidad autónoma de Castilla-La Mancha, España. Conocido también en el ámbito local como Castillo de Cuerva, esta fortaleza domina un emplazamiento estratégico en la localidad. Su historia es un complejo tapiz tejido con hilos de evolución arquitectónica, desde una posible atalaya primigenia hasta un imponente castillo señorial, hoy presente en un estado de evocadora ruina. A pesar de su deterioro, su valor patrimonial ha sido reconocido oficialmente mediante su declaración como Bien de Interés Cultural (BIC) y, de manera más reciente y apremiante, con su inclusión en la Lista Roja de Hispania Nostra, un doble estatus que subraya tanto su indiscutible valía como su preocupante vulnerabilidad.

La historia del Castillo de Peñaflor es un fascinante recorrido a través de diversas épocas, marcado por cambios de propiedad, transformaciones arquitectónicas y una paulatina evolución en su función, desde un bastión defensivo hasta una residencia señorial, culminando en un largo periodo de abandono y un reciente despertar hacia su conservación.

Aunque los indicios apuntan a la existencia de una fortificación anterior en el mismo emplazamiento ya en el siglo XII, la construcción del castillo actual, o al menos una fase significativa de su desarrollo, se sitúa probablemente en el siglo XIII, durante el reinado de Alfonso X «El Sabio». Este impulso constructivo se produjo después de que el monarca otorgara a Cuerva el fuero de Sevilla y donara la villa a dicha ciudad. Este patrocinio real no solo resalta la importancia del castillo en la consolidación de los territorios cristianos, sino también en el establecimiento de nuevas estructuras administrativas y defensivas en la región, siendo un ejemplo de las fortificaciones militares de la época. Documentos de la época sugieren que la villa fue conocida antiguamente como Peñaflor, antes de adoptar el nombre de Cuerva, e incluso, durante un breve lapso, el de Villacarrillo, vinculando así el nombre del castillo con la denominación original del asentamiento.

Castillo de Peñaflor en Cuerva, con la familia Laso de la Vega presente, destacando la conexión histórica.

El siglo XV marcó la entrada del castillo en manos de prominentes linajes nobiliarios. Perteneció a Íñigo Vélez de Guevara, quien lo recibió por donación del rey Enrique IV. Posteriormente, Juan Carrillo de Toledo, Adelantado Mayor de Cazorla y alcalde de Toledo, adquirió el castillo y la villa. Durante este periodo, la villa fue conocida brevemente como Villacarrillo, en honor a su nuevo señor.

Un capítulo fundamental en la historia del castillo se inicia a finales del siglo XV, alrededor de 1493, cuando los herederos de Juan Carrillo vendieron el señorío de Cuerva y el castillo a Garcilaso de la Vega —el mayor, Comendador Mayor de León y padre del célebre poeta del Siglo de Oro— y a su esposa, Sancha de Guzmán. Tras esta adquisición, el castillo fue objeto de una importante remodelación. Fue heredado por su hijo primogénito, Pedro Laso de la Vega, —hermano del poeta—, quien residió en Cuerva junto con sus descendientes hasta el siglo XVII. La figura del poeta Garcilaso de la Vega está fuertemente vinculada a Cuerva debido a la propiedad de su familia, existiendo incluso un monumento en su honor en la villa que conmemora sus viajes para visitar a sus parientes.  Esta asociación con una familia tan prominente, y en particular con una figura cumbre de la literatura española, eleva considerablemente el estatus cultural del castillo.

Resulta paradójico que, a pesar de la inversión realizada para transformar el castillo en una residencia señorial más suntuosa, como atestiguan elementos arquitectónicos como los grandes ventanales, los señores de la villa residieran allí por un tiempo limitado. Quizás el mantenimiento de una estructura tan vasta, o los cambiantes centros de poder político y social, hicieron menos deseable una residencia prolongada.

El final del siglo XVI marcó el inicio de un largo periodo de decadencia para el Castillo de Peñaflor. Hacia 1576, la fortaleza ya se encontraba en un estado de deterioro considerable y había sido abandonada. Sus últimos propietarios nobles, los condes de Oñate, descuidaron su mantenimiento y se desentendieron del edificio.

Un evento crucial y sumamente destructivo en la historia del castillo tuvo lugar en 1881, o a finales del siglo XIX según algunas fuentes. En ese año, toda la fachada principal o oriental del castillo fue demolida. Las piedras centenarias, que databan del siglo XIII, fueron pulverizadas para obtener grava destinada a la construcción de la carretera adyacente que conduce a Gálvez. Este acto de utilitarismo extremo, que primó las necesidades infraestructurales inmediatas sobre la preservación del patrimonio, alteró permanentemente la estructura e integridad del castillo.

La demolición de una parte significativa de un castillo del siglo XIII, que había sido hogar de familias ilustres, para convertirlo en material de construcción de una carretera, simboliza el punto más bajo en la fortuna de la fortaleza. Este hecho refleja una perspectiva social de la época en la que una estructura antigua, por muy significativa que fuera históricamente, se valoraba menos que las materias primas que contenía. Este episodio constituye una dura lección sobre la gestión del patrimonio y las consecuencias de la negligencia hacia los bienes culturales, ofreciendo un dramático contraste con los esfuerzos contemporáneos por preservar y restaurar tales monumentos, y evidenciando un profundo cambio en los valores sociales respecto al patrimonio histórico.

A continuación, presentamos una tabla que resume los principales hitos históricos y cambios de propiedad del Castillo de Peñaflor:

Periodo/Siglo Hito(s) Clave(s) Propietarios/Figuras Notables Asociadas
Siglo XII Estructura inicial: atalaya/fortaleza.
Siglo XIII Construcción del castillo principal. Alfonso X El Sabio
Siglo XV Pertenencia a nobles; venta. Íñigo Vélez de Guevara; Juan Carrillo de Toledo
Finales S. XV – S. XVII Propiedad de la familia Garcilaso de la Vega; remodelación. Garcilaso de la Vega (padre); Pedro Laso de la Vega
Finales S. XVI (1576) Deterioro y abandono. Condes de Oñate
Siglo XIX (1881) Demolición de la fachada oriental para grava de carretera.
Siglos XX-XXI Propiedad pública; declaración BIC; inclusión Lista Roja. Ayuntamiento de Cuerva

El estado actual del Castillo de Peñaflor es el resultado de siglos de historia, abandono y, más recientemente, de un renovado interés por su preservación. Su condición física presenta serios desafíos, aunque su valor cultural es incuestionable.

El castillo se encuentra en un estado de ruina progresiva. De su imponente estructura original, solo permanecen en pie tres muros —norte, oeste y sur—.

A pesar de su estado, el Castillo de Peñaflor goza, —como hemos comentado anteriormente—, del máximo nivel de protección legal en España. Fue declarado Bien de Interés Cultural (BIC) mediante el Decreto del 22 de abril de 1949 y está recogido en la Disposición Adicional Segunda de la Ley 16/1985, de 25 de junio, del Patrimonio Histórico Español.

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